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Tulio Mora, José Rosas, Rosina, Jorge Pimentel y otros poetas. Foto: Chino Domínguez, 1970

SUEÑO: Violeta y la Collera de los años 70

Rosina Valcárcel

Publicado: 2017-05-11

Estoy inquieta no obstante logro sujetarme, tuvimos la manía de lamentarnos -en el hueco oscuro- sin parar, aunque de sol a sol ya no es ayer, pero lo acumulado se derrama y se redime en tardes bellas. Lo que hoy garabateo no es una respuesta. Mi forma de tocar no es, desde luego, trastornada en sí misma, sino fielmente tan chiflada como mi presente forma de vivir, la cual puede que le relate alguna noche.

Viajamos hasta Cieneguilla Elqui, José, Óscar y yo, hay una casita-choza muy sencilla, ahí –entrada en canas- vive mamá. Nos recibe tierna y distante.

Contemplamos las paredes hay cuadros naif, otros de Herrera y Ostolaza. Vamos al jardín. Plantas y aves de diversos géneros coexisten en armonía.

Volvemos, hay una salita antigua, ahí nos acomodamos sueltos de huesos. Presta Violeta, bella  y delgada camina hacia la cocinita y a los pocos minutos trae una fuente de ensaladas deliciosas. Los muchachos no esperan, Rosas se sirve, luego Málaga, después Burgos. Nosotras aguardamos y ponemos en nuestros platos lo que resta. Conversación ágil, alegre, candente. Tocan la puerta es Jorge, abrazos tropicales. Saluda a la anfitriona y a la collera, se sienta y prosigue el rito. Mamá vuelve a la cocina y por arte de magia asoma una fuente de tallarines con salsa blanca, champiñones, decorada con ciertas frutas. Esta vez, los poetas nos atienden y luego echan mano del plato. Suena la puerta, es Tulio. Extensos abrazos cálidos. Violeta dice: “Déjenlos, un minuto, hace tiempo que no se ven”. Él saluda a la Musa de Gustavo, y a la muchachada y toma asiento, alcanza a degustar un bocado de pasta. Otra plática diáfana. Pimentel extrae de su bolsillo un poema inédito y lee fragmentos vitales. José se recuesta en un hombro de mamá, ella lo acomoda, él se siente a sus anchas. La puerta vuelve a sonar es Nájar, piel tostada y sonrisa ancha, en sus manos una botella de pisco. Le da un beso en la frente a Violeta y nos abraza a todos. Mamá torna a la cocina y trae causitas de atún que nuestros jóvenes amigos devoran extasiados. Pasada una hora. La puerta timbra, son Ostolaza, Martha Lobato y Cecilia Tello. El pintor trae cervezas y piqueos. Las chicas traen frutas y postre. En la cocina los acomodan y ponen en la mesita rectangular de la sala. Se habla de la Revolución Cubana; de las guerrillas en nuestro Continente; del Che Guevara; de Mayo del 68 en París; las canciones “El preso número 9” y “Hasta siempre Comandante” en la voz de Joan Baez; de Vietnam; del boom latinoamericano: Gabo, Cortázar…Violeta, a lo lejos, piensa en la Revolución Bolchevique e ilusionada sonríe leve. Nosotros armamos bullicio. Mamá pide permiso, va a tomar siesta y encontrarse con su amado poeta. Mientras algunos oyen “Zamba de mi esperanza” de los Charchaleros. Otros escuchamos a Coco:

BALADA POR UN CABALLO

Por estas calles camino yo y todos los que humanamente caminan

por esencia me siento un completo animal, un caballo salvaje

que trota por la ciudad alocadamente sudoroso que va pensando

muy triste en ti muy dulce en ti, mis cascos dan contra

el cemento de las calles. Troto y todo el mundo trata

de cercarme, me lanzan piedras y me lanzan sogas

por el cuello, sogas por las patas, me tienden toda clase

de trampas, en un laberinto endemoniado donde los hombres

arman expediciones para darme caza armados de perros policías

y con linternas, y cuando esto sucede mis venas se hinchan

y parto a la carrera a una velocidad jamás igualada

por los hombres, vuelo en el viento y vuelo en el polvo.

BALADA POR UN CABALLO

Por estas calles camino yo y todos los que humanamente caminan

por esencia me siento un completo animal, un caballo salvaje

que trota por la ciudad alocadamente sudoroso que va pensando

muy triste en ti muy dulce en ti, mis cascos dan contra

el cemento de las calles. Troto y todo el mundo trata

de cercarme, me lanzan piedras y me lanzan sogas

por el cuello, sogas por las patas, me tienden toda clase

de trampas, en un laberinto endemoniado donde los hombres

arman expediciones para darme caza armados de perros policías

y con linternas, y cuando esto sucede mis venas se hinchan

y parto a la carrera a una velocidad jamás igualada

por los hombres, vuelo en el viento y vuelo en el polvo.

BALADA POR UN CABALLO

Por estas calles camino yo y todos los que humanamente caminan

por esencia me siento un completo animal, un caballo salvaje

que trota por la ciudad alocadamente sudoroso que va pensando

muy triste en ti muy dulce en ti, mis cascos dan contra

el cemento de las calles. Troto y todo el mundo trata

de cercarme, me lanzan piedras y me lanzan sogas

por el cuello, sogas por las patas, me tienden toda clase

de trampas, en un laberinto endemoniado donde los hombres

arman expediciones para darme caza armados de perros policías

y con linternas, y cuando esto sucede mis venas se hinchan

y parto a la carrera a una velocidad jamás igualada

por los hombres, vuelo en el viento y vuelo en el polvo. (...)



Lima, 11 mayo 2017


Escrito por

Rosina Valcárcel Carnero

Lima, 1947. Escritora. Estudió antropología en San Marcos. Libros diversos. Incluida en antologías, blogs, revista redacción popular, etc.


Publicado en

estrella cristal

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