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Violeta y Gustavo

CARTA A VIOLETA

Gustavo Valcárcel

Publicado: 2017-05-12

(A Ana María e Ignacio Magaloni) 

Te escribo desde tu propio hogar

Ciudad de México, 19 de noviembre,

enfermo como estoy en nuestra cama vieja

sintiendo despeñárseme la sangre

en pos de ti, río inacabable.

Sobre la almohada, a mi lado,

tibio yace tu último sueño

ahora en cambio la ciudad acoge

tu vehemencia de ola, tu vigilia de amor,

recorriendo el pan nuestro

que hoy día te lo debemos todos.

Antes yo te escribía desde mi juventud

convertida en un gran reloj de cárcel

en romance de piedra, en pasto policial,

en tristeza y tristeza de mis ojos proscritos.

Incomunicado, entonces te escribía

desde una celda o cueva

donde tu nombre era lo único viviente.

Luego seguí escribiéndote

desde Antofagasta, frente al Mar Pacífico,

desde Puerto Barrios, frente al Mar Atlántico,

desde Oaxaca, frente al tiempo,

desde ti, frente al cielo, en la orilla del mundo.

Y aun cuando te miran mis hijos fijamente

me parece que son frases sus miradas

de un alfabeto que fui incapaz de escribir.

Después de tantos meses de silencio

sentí esta mañana el deseo de escribirte

de escribirte una cosa muy sencilla:

para tanto amor, hemos sufrido poco

para tanto amor, hemos hablado poco

para tanto amor, no hemos vivido nada.

Vivir – ¿me oyes? –, vivir un día nuevo

en el que nadie nos persiga

ni nadie nos embargue

ni se nos corte la luz por unos pesos

ni se nos acuse de extranjeros.

Vivir un día nuevo

en que trabajemos sin lágrimas ni odios

pudiendo sentirnos camaradas de todos

y en el que por fin nos sea devuelto

el Perú de tus entrañas, nuestro Perú del llanto

Vivir –¿me oyes?–, vivir un día nuevo

en el que la verguenza no nos astille el ojo

como cuando se enteran nuestros hijos

de esta paternal orfandad de dos monedas.

Vivir un día nuevo. Un día, en suma,

en el que podamos cantar todos los hombres

después de sentarnos en la yerba

a jugar a la comidita

–como dice nuestra hija–

sin que a nadie le falte que comer.

Sobre esta nueva vida deseaba escribirte

ahora que marchaste temprano a rescatar

nuestros libros del camarada Lenin

nuestros cuadros de Flores y Gutiérrez

y tu reloj y mi reloj embargados por los mercaderes.

Desde la calle me llega

el gorjeo de nuestros pequeños peregrinos

la sinfonía de la clase obrera

el clamor del mundo.

Estoy enfermo, solo, y este quinto piso

parece un subterráneo sin ustedes.

¿No demorarás?

Sobre la almohada, a mi lado,

tibio yace tu último sueño.

Encargo a mis versos una rosa para él

pero hasta la flor de la palabra

cuando quedo solo

no puede olvidar la espina

del tiempo que sufrí.

Ven pronto, cielo junto al cielo,

surca calles, vuelas plazas,

sube corriendo los pisos de nuestra altísima pobreza.

Aquí te espero, en esta cama vieja,

que tanto tiene de mí,

de tus sueños cercanos, de tus cartas lejanas,

de nuestros desvelos por los compañeros

los presos del Perú y el mundo

los perseguidos del Perú y el mundo

los explotados del Perú y el mundo.

Ven pronto, estrella y mar, música terrestre

aquí te espero y mientras llegas

empezaré a amar el porvenir

hecho luz entre tus ojos

pan en las manos de los niños

leche en tus senos, ala en tu voz,

verso en tu cuerpo, rayo en tus labios

eternidad en tu grito de gran madre

rosa roja en tu pasión de comunista

y alba en todo lo tuyo que me estoy llevando al sueño.

Escribiéndote duermo, camarada,

seguro de que, al despertarme, juntos

gozaremos el resto de la lucha

tomados de la mano hasta que caiga yo

hasta que quepan mis huesos en la tierra nuestra

hasta que mi sangre se despeñe en ti

río inacabable, vida, vida . . .


Gustavo Valcárcel

México


Escrito por

Rosina Valcárcel Carnero

Lima, 1947. Escritora. Estudió antropología en San Marcos. Libros diversos. Incluida en antologías, blogs, revista redacción popular, etc.


Publicado en

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