LUIS DE LA PUENTE UCEDA* / Rosina Valcárcel
a mi amigo Claudio Velando Castán
Hay que conocer nuestra raíz.
Mi familia y yo tuvimos que partir de Guatemala en 1953 al ser
amenazado por la CIA, Jacobo Arbenz, el gran Presidente.
Con otro brío y un cúmulo de vivencias buenas volvimos a México.
En pleno vuelo papá le pregunta a un joven de voz familiar:
--¿Usted, podría decirnos de qué país es?
Raudo el muchacho respondió:
--Del Perú, estuve prisionero y me han exiliado a la Tierra de Cuauhtemoc, tengo dos cartas, una para Gustavo Valcárcel y otra para Guillermo Carnero Hoke.
Entonces era muy pequeña. Lo recuerdo esbelto y sonriente.
Nos esperaba en el aeropuerto el tío Willy, hermano cariñoso de mamá para reconstruir el hogar, en el destierro de México, D.F.
al que nos había condenado el dictador Manuel A. Odría.
México, pueblo hermano con lluvias reales y rancheras románticas,
donde Violeta multiplicaba el frejol y las tortillas, el chile y las quesadillas.
Yo aprendí amar al tío Lucho, “el Güero” al atardecer cuando narraba
cuentos y nos remontaba al esplendor y sabiduría de los incas
Él nos decía con voz cálida:
--Sobrinos queridos, en el Perú brota el maíz de oro,
en nuestro territorio nace la quinua de plata.
Los auquénidos tienen ojos de piedras preciosas.
Y altivo nos enseñó a tararear el himno patrio.
En nuestro mundo subterráneo los días sábados había estrellas
Gustavo derrochaba los pesos y con el norteño cocinaban muy bien.
Mientras Juan Gonzalo sacaba un cajón y a dúo cantaban valses:
-“Déjame que te cuente limeña…” (Qué voz la de Lucho y qué talento el de Rose). Los vates bebían tequila o ron bacardí,
el Güero prefería un vaso de pulque o una simple Coka Kola.
Y después enamoraba a Violetita Trías, la hija de la mexicana Lochita.
Los viernes y domingos, clandestino iba a misa y comulgaba.
Una mañanita me susurró:
--Cada hoja de cada arbusto es una señal.
Debemos abrigar a los oprimidos. Y de su bolsillo sacó una piedra
en forma de caracol y la puso en mi oído: -¿Escuchas su corazón?
La senda agrisada no pudo matarla. Llévala contigo mientras puedas.
Algún día será tu talismán, alma de cuarzo o el sonido de mis pasos.
Hoy, en medio de la melancolía, hallo una frase de Jean Paul Sartre:
“Tienen ustedes razón de creer en Luis de la Puente Uceda,
porque ese tipo de hombres suelen cambiar la historia”.
*(Luis de la Puente Uceda: Perú, Santiago de Chuco,1 de abril de 1926- Perú, Cusco, Mesa Pelada - 23 de octubre de 1965)
(Texto corregido el 21 octubre 2017, natalicio de mi amigo Claudio)
(ANTES PUBLICADO: 2017-10-21)