La carta que no se envió
Rosina Valcárcel
Esta servidora ama las cartas, pero usted no
Hace tiempo que no le escribo, Diana, y hoy garabateo esta misiva por un albur. El contexto, su nota enviada por in box, me incitan a cortar, tumbar el hielo, creado por usted. Esta servidora ama las cartas, pero usted no. Las personas a menudo abandonan, pero las cartas, no. El natural peligro de escribir cartas debe de provocar -teóricamente- una pavorosa desintegración de espíritus (dixit, FK). Escribir cartas, no obstante, simboliza despojarse de sí ante las visiones, que lo aguardan insaciablemente. Los abrazos por escrito no alcanzan su destino, se los tragan por la senda las sombras. El llamado progreso, la modernidad trastocaron el rumbo de las epístolas. Las apariciones no sucumbirán de apetito, y nosotros en cambio declinaremos.
¿Cómo abreviar lo experimentado desde que usted, en enero del 2015, me relató su enfermedad inicial, la que padecía tres meses? Han pasado más de dos años. Tiempo arduo. Momentos muy difíciles. Días oscuros. Desde agosto del 2016 usted fue mudando de aires frente a nuestra amistad. Meses, semanas, días absurdos primaron. En enero del 2017 alguien lanzó un texto que alarmó a los seres que la aman, quieren, admiran, aprecian. Al día siguiente de haberlo leído, el azar nos juntó a Pat, Lú y a esta aprendiz. Sugerí la idea de armar un libro, a modo de expresar nuestras emociones, a modo de exorcizar las penas, no como un homenaje, tampoco como una ofrenda, más bien como un testimonio, como un regalo de amistad. Y así empezamos. Se adhirió Mar. Luego tu tocaya. A pocos días la visité y a los 30 minutos me animé y le conté. Usted sonrió como diciendo “ya están en camino”. No se opuso. Narré los nombres y pregunté si faltaban otros. Usted pensó un rato. Luego dijo: -“No, así está bien”. A la semana, por fono, consulté si podía enviar unos textos. Aceptó. Fue Eugen con la semblanza de Karl U., el testimonio de Roland y el poema de Pat. A las 24 horas la llamé, y me contestó: “Están bellos”. Yo dije: “¿Entonces, pueden ir en el libro?” Usted: -“Sí, claro, van”. El 14 de febrero, al atardecer –fugazmente- la visitamos la que escribe y, minutos después, Lú.
Toqué el tema, y usted sonrió, no rechazó el proyecto-libro. Hace dos semanas, vino, bajé veloz, pues por la ventana no la había reconocido, la vi tan joven y gitana…Le di una carta-poema que le habían enviado desde el Ecuador. Y hablamos. Comenté acerca del libro: -Está quedando bello. Sorprendida, dice, “Cómo, no se había suspendido?”. Yo: --¡NO! ¿Cuándo, cómo, por qué? –Usted no me conoce, no nos conoce, acoté. Y usted, sonrió, otra vez. Dijo sentir rubor, por no estar habituada…Vi sus ojos cómo se iluminaban de alegría. Ello me llenó de dicha. Nos colmó de júbilo.
Y hace poco usted les comenta a Pepe y a Genoveva que no se sentía cómoda, etc etc. Dos días después me envía una notita (por in box) pidiendo se postergue hasta junio el nacimiento del libro . Mis primeras reacciones fueron de llanto, tristeza, dolor. Diversos compañeros (as) han confiado en nosotras, tanto escribiendo, dibujando, etc. como enviando cuotas para la edición-imprenta. Cada tres o cuatro días se les estuvo informando de los avances como de las dificultades (cuando E retiró su texto), por ejemplo.
Qué momentos ásperos, algo hostiles. He tratado de comprender, por ello puedo estirar el aguante nacido de la ternura y el gran aprecio que usted me inspira. Su tocaya y otros compañeros tratan de calmarme los días domingos.
Nuestro deseo parece atolondrado, pero se trata solo de darle alegría, no ansiedad. El mismo 22 se les comunicó a Mar, Pat, Lú, DM., el giro, su deseo, la forzosa postergación. Y bajo el nuevo esquema seguimos avanzando. No saldrá el libro en marzo, abril, ni en mayo.
Mañana como una gacela la veré pasar por mi calle a las 6 de la mañana.
Tenga tranquilidad. Es lo único que deseo.
R.
24 marzo 2017