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Maruja Valcárcel

Entre la soledad y la vida / Poesía de Maruja Valcárcel (1956)

Por Rosina Valcárcel

Publicado: 2018-03-12

Años atrás mi hermano Gustavo presentó un libro suyo de homenaje a Violeta, nuestra madre. Entonces asomó a Maruja Valcárcel en el local de la CGTP un mediodía singular. Mujer cálida, de personalidad dinámica, me dijo: -“Hola prima, qué gusto de verte…”. Quedé absorta, había escuchado hablar de ella, y su imagen, su presencia irradiaban la mañana.  

Tiempo después cruzamos palabras por Facebook pero no prosperaron. Y renuncié a la idea de emplear ese medio virtual.

Posteriormente leí poemas de su autoría en la antología La Poesía Nos Une. 50 poetas del Perú, Carpe Diem, 2017, selección a cargo de Marita Troiano. Su creación me dio buena espina y suspiré.

Maruja Valcárcel, autora de Bordando suavemente el viento (Summa, 2011), explica que la poesía "es un canto a la vida" en el cual se escribe lo que los hombres soportan y gozan. "La poesía permite decir en 15 versos lo que no puedes decir en toda una vida", nos expone Valcárcel. El poema se convierte así en "un lugar común", que permite saber que otros han sentido alguna vez lo mismo que nosotros, y permite acompañarnos en la soledad. (1)

Agua de Luna (Summa, 2014), segundo libro de poemas de Maruja Valcárcel, lo presentó Arturo Corcuera en la galería Dédalo de Barranco. Aquí brotan las raíces andinas de la escritora. Raíces intensas en tantos poetas, artistas e intelectuales que ha entregado su fructífero tronco a nuestro Perú profundo. Así el poema que da título al conjunto relaciona el “agua de luna” con la poesía, vivida desde la niñez y hoy compartida con nosotros en sus libros: “Poesía…has regresado. / Ya no me dejes ir”.

Harold Alva

     Escribir sobre los libros de Maruja Valcárcel exige que me detenga en la poeta, sí: “la poeta”, tal como la llamaba César Calvo. La primera impresión que tuve fue la sensación de estar frente a una mujer de carácter fuerte, solitaria, no sola -hay diferencia entre ambas acepciones- que a medida que hablaba fue rompiendo el cristal de ese blindaje para mostrarme a una mujer sensible preocupada por las causas sociales, por el friaje en Puno, por la miseria en nuestras regiones, por la casi nula atención a la cultura en un momento cuando el Estado tiene recursos pero no políticas que velen por la seguridad de nuestros artistas. Bordando suavemente el viento, su primer poemario es un libro de reconocimiento y de homenajes, allí su destreza radica en devolvernos la música del poema, el color desde una ventana donde reta a la ciudad insomne. En Agua de luna, su segundo libro, el viaje es distinto. Ya no se trata de poemas que fueron acopiándose por un registro de sonido sino por una especie de bitácora donde fue apuntando el asalto de las emociones y la visita de sus duendes y fantasmas. La preocupación ya no es por el lenguaje. La preocupación fue por capturar la imagen para desarrollar otros elementos. Me explico: La imagen de mi sombra, dice Maruja, pero la imagen no se queda allí, se extiende, le da movimiento, la sombra se mueve, ella no habla de la sombra, habla de la imagen, y la imagen es estática. Con este libro aprendemos a observar el poema como quien observa la soledad de las casas de las gentes que están deshabitadas, por eso las habita, les da color. Con Agua de luna, Maruja consolida un registro que fortalece la tradición de nuestra poesía: la renueva, la revitaliza (3).

Tras varios e mails, recién, hace dos días, el sábado 10 de marzo, Maruja y yo volvimos a vernos a raíz de un pequeño anuncio amical que lancé. Así en casa de Charo Arroyo pudimos abrazarnos como Dios manda. Platicamos un poco, brindamos, cantamos, compartimos lonche sabroso, fuimos dieciocho personas. Maruja con una voz singular, hizo una pausa y en voz alta leyó su poema “Para Gustavo”, me emocioné, tanto porque lo había inspirado la partida de mi hermano mayor, como por su alta calidad literaria, por su existencialismo. Al final me dio el ejemplar de Momentum, Summa, 2016 con esta dedicatoria: Para Rosina, con todo el afecto de la sangre de cóndor, Maruja Valcárcel, marzo, 2018. Libro bello que he libado poco a poco y que hoy concluí. Leamos el texto “Para Gustavo” (pp. 27-28):

Flores, casi todas blancas,

como debe haber sido el alma

Del poeta que se iba.

Delgado ya, con la media sonrisa

que casi siempre acompañaba estas partidas,

más hirsutas que nunca las gruesas cejas.

Sólo los ojos,

cerrados por sí solos,

sin el clásico rictus de los que vieron cosas,

tantas cosas:

Obreros esquilmados, la cárcel del padre,

del padre deportado,

pero esperando al hijo

que había escrito el libro esperado,

esperado por su padre y sus amigos,

los poetas.

Una sala con gente de toda clase,

con la alegría despierta

como una mañana de Sol.

Lee fuerte, es tan alto.

Leen otros, es tan fuerte.

Pero la vida se va bebiendo

bebiendo el alma de los poetas.

Después de su primer libro, el vino,

con la compañera, los hijos y los amigos.

Rossina anuncia y se va en poesía

anuncia que es el hermano,

habla de sus manos

que pronto estarán quietas y, ahora,

este camino de flores blancas nos llevan

a sus ojos ya cerrados

Dónde irá con su libro,

dónde irá…

dónde van los poetas con sus versos.

Dónde irán.


Notas:
(1) Carlos Viguria (carlos.viguria@peru21.com)
(2) Sobre el libro. Descripción brindada por la editorial.
(3) Harold Alva: MARUJA, LA POETA, Expreso, jueves 2 de julio del 2015.



Escrito por

Rosina Valcárcel Carnero

Lima, 1947. Escritora. Estudió antropología en San Marcos. Libros diversos. Incluida en antologías, blogs, revista redacción popular, etc.


Publicado en

estrella cristal

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