LOS LIBROS-CASA EN QUE ESTOY RESIDIENDO x Tulio Mora Gago
Nada es mejor que leer. Ni siquiera escribir. Ser lector nos agrega una invitación a un libro-casa, al que entramos, no como visitante, sino como su co-habitante. Cuando salgamos de él-ella ya no seremos los mismos. Hay libros que marcan con fuego y te dejan cicatrices para siempre. Hay otros que te acarician con su suave tibieza. Otros que solo intrigan. Los sentimientos son infinitos.
Antes solían pagarme por hacer comentarios de libros que leía y me cedían generosos espacios en los medios. Las reseñas que leo ahora son simbólicas. Entonces es mejor recurrir a Facebook y dejar por escrito, muy de vez en cuando, la impresión que me causa un libro.
Desmemorias de un pelagatos, de Maynor Freyre, tiene la rara virtud de ser una autobiografía que, contada como una sucesión de historias, logra que cada una de ellas sea autónoma. Y entonces, el libro, estructurado en la unidad de un personaje (“el Niño”), también puede leerse como un conjunto de relatos “ficcionados”. Una infancia clasemediera, el colegio, los amigos, los oficios y los días, como periodista y dirigente sindical (cárcel de por medio), su estadía en Chimbote y Ayacucho, las muertes dolorosas (íntimas o colectivas) pasan por el cernidor de Freyre que es un gran recreador del lenguaje de personajes periféricos, marginales, invisibilizados, de una urbe premigratoria, diríamos. De allí, por ejemplo, “pelagatos”, un adjetivo que actualmente muy pocos usan y seguramente lo desconocen, aunque sean tan misios como un pelagatos. Freyre sabe arrancar de ellos, con pericia testimonial, una alta emotividad. En este conjunto hay relatos particularmente notables como “Adiós pueblo de Ayacucho”.
Leo Matria, de Melissa Patiño, la poeta que durante el segundo gobierno aprista sufrió cárcel simplemente por ser invitada a una reunión internacional organizada por el ALBA (la organización chavista) que se efectuó en Ecuador. Acusada de apología al terrorismo fue detenida hasta que el PEN Internacional intervino en su caso con éxito. Matria viene a ser el consistente alegato poético de Patiño sobre ese periódico ceremonial en el que los poetas (escritores, artistas) son puestos a prueba purgando las miserias del poder.
“santa mónica es la celadora de la noche mientras existimos sus cautivas aullamos somos mujeres somos hombres somos seres arañando las paredes intentando trepar desesperadas por respirar un poquito de ciudad para juzgarnos soberanas como los gallinazos que atraviesan el penal se posan en lo alto y se van así de fácil solo existe una hora al día para respirar el firmamento los aullidos se transforman en melodías etéreas como cantos antiguos nuestros ojos se vuelven cielos de invierno nuestros latidos tambores danzamos y reímos bebiendo el arroz bendito Mónica no es tan santa con nosotros nos enclaustra entre sus tentáculos no nos suelta no nos suelta santa mónica es nuestro verdugo” (Santas, p. 41).
Y tengo el último libro de Rosina Valcárcel, Versos para colgar en la pared que, como indica el título, y desde la hermosa carátula de Carlos Ostolaza, efectivamente parece remitirnos a poemas (cuadros, estampas, viñetas) que visualizan memoria y están referidas dialógicamente a varios personajes: Kakumei, Ernesto, Rolando, todos, de alguna manera, ligados a la utopía del cambio social.
Rosina, autora de libros referenciales de la poesía peruana, también resalta en la larga dedicatoria: “Este libro empieza en la prisión / y vuela hacia la libertad”. Con ese personal equilibrio discursivo, en el que caben lirismo, coloquialidad y alegato crítico, va entregándonos poemas que son también confidencias evocadoras de la camaradería, el amor, la sensualidad y otras constancias de vida.
Cuando el astro rojo como un trozo de mar
Mañana
Cuando el silencio al fin sin condena
Mañana
Cuando Marx, Eluard y Hemingway
Mañana
Beberemos un café negro
Mañana
Cuando el corazón intrépido ceda te miraré
El hilo en altavoz
Una mano franca plena
Y un techo que nos abrigue
Ahí los esperaré.
(El proceso, p. 77)
Freyre, Patiño, Valcárcel no son una coincidencia. Los tres están cosidos a la misma escritura que delata una disidencia de fondo siguiendo la ruta más empinada de nuestra literatura.
(Tulio Mora Gago
1 h · 29/04/2018)