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Tulio Mora,  FOTO DE CARLOS FERRAND, 1974

POEMARIO "ONCECIELOS" DE TULIO MORA

PRÓLOGO de Alejandro Sánchez-Aizcorbe

Publicado: 2018-08-11

¿ME CONCEDE ESTA PIEZA? 

Si en las catacumbas se está escribiendo la Nueva Biblia, Tulio Mora Gago publicará Oncecielos y su Obra Completa en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento. Guiado por Mora, usted recorrerá el infierno y el purgatorio, alternará con nuestra Mitología, comparable a la griega por su ferocidad, refrescará sus remordimientos, y Oncecielos no se le irá del alma.

Los hijos devoran a los padres y estos a aquellos. Los vencidos rinden sus mujeres al vencedor. Las vencidas rinden sus hombres a la vencedora. La moral es humana; el mal es escatológico en su doble filo y única punta.

Los once cielos se forman a partir de Cementerio general de Tulio Mora Gago, negación de Canto general de Neruda. Fin de la inocencia, entronización de la desesperanza (Donoso).

El habla poética se eleva a metalengua que explica y juzga a nuestra lengua.

Una gasa separa la inocencia de la traición. Acecha un doble Dios con pecho de arrogante aire y voluntad de emboscada.

Paisaje, geometría, cinestesia, sinestesia. Avatar. Pantomima subyacente. Fabla cuántica más allá del género.

En Oncecielos sobra la eternidad.

Locus amenus: Ardía la pastura en la quijada del arroyo y los amantes se mordisqueaban.

Un buen libro puede matar.

Bailando una rica borracherita entraremos por la amplia manga del mondongo.

Bote sus flemas y que se las lleve el río espinudo de sus nervios.

El verbo crea el verbo. La formación de la forma: De la grammatology.

Oncecielos trae de regalo dedos humanos en caja de zapatos.

«Buscamos a nuestros semejantes entre estas menudencias de camal» dice Oncecielos a Babilonia, la ramera de la historia.

Altura y profundidad: Freud, Vallejo, Guevara, Pimentel, Cervantes, Shakespeare, Pérez-Galdós, Valle Inclán, Hugo.

Visión de los vencidos. Escuela del sobreviviente. Principio de incertidumbre. Esclavo de los indios. Indio o negro esclavista. New Plymouth.

El hombre honesto conoce el alma de su Bestia; sabe que sus pies son delicados porque no pisan la tierra sino la cabeza de los hombres.

Fellini, Herzog, Passolini, Kurosawa, Mora.

Al rodar de monedas cascabeles en las mesas, el par de anteojos más esquivo se lleva una felina al cielo innumerado del hotel y una catarata de cerveza baja por sus nalgas.

¡Qué de caiguas y sandías, qué de maniquíes y triciclos con balones de gas!

Oncecielos no retrata el comienzo del mundo ni de la especie humana sino más bien el estado actual de vosotras en el mundo, señoras.

Reconozco en Oncecielos la crueldad, la dulzura de la inteligencia andina, la frustración perversa del criollismo y la torpeza ingénita del capital, que de no ser por la guerra podría elevarnos a la utopia en lugar de atrofiarnos en la distopia o cacotopia y en la aporofobia —muro de Las Casuarinas.

Amazonia arrasada.

Según Babilonia, la puta de Oncecielos, el tiempo es una confusión de hombres; cuantos más ha tenido más se convence que lo mismo son.

Hélas, hoteles de lechos golondrinos, arte perverso de la carne.

¿Refrita filosofía de congal o la mayor parte de la ética está dicha en el refranero popular?

Exaltación, nieta de Babilonia, opta por el terror, lugar común y por lo mismo atractivo. Ardía la pastura en la quijada del arroyo, sin embargo, no es un lugar común aunque peque de ameno.

Plaga evangelista, opiáceo en los campos de batalla del África, América Latina y Medio Oriente. ¡Salvación, salvación! ¡Súbete a la Bestia!

Exaltación reniega de su partido porque el Presidente de los Nunca Duermen pacta con el capo del enemigo.

La fábula adquiere sospecha de extensión predicativa y toque referencial.

«20 mil millones de años de batallas» escribió el Presidente, pero a la primera bofetada delató a medio mundo, se rindió, firmó la paz externa y el infierno interior.

La última batalla de Exaltación se reducirá al asesinato de Espuma, el militar que en su cubilete agita dedos humanos debidamente momificados, pulidos y numerados.

Apocalypse Now.

«Hay un Terruco Insomne en todo espejo» dice Astasio aludiendo al terrorista que hay en su reflejo.

Texto de guerra y de la guerra, Oncecielos no podía prescindir de un oráculo. Su nombre, Oncecielos, es una tautología creada por Mora a partir de la mitología yagua, una de las tantas etnias que van perdiendo o han perdido su lengua, su saber y sus territorios, allá en Loreto.

Yoyo, the conquest ain’t over yet! Hallelujah, hallelujah!

Con mueca de dolor, arrastrando una pierna, cojo y viudo, cojiviudo, sin hijos, sin alijos, danza; danza Espanta su danza de tijeras mientras hablan o cantan sin parar el Hermano Macabeo, el Coro de las Almas, el Coro de los Peregrinos.

Los cielos suceden y se mezclan en perjuicio de los débiles.

Carga una señora a su hijo en la balanza de las coles.

Los toros mugen con ojos líquidos del pánico.

Quien ha fracturado la unidad del cuerpo tiene gobierno de la belleza.

Plagiando a Babilonia, no temo marrar el disparo al afirmar que para el buen lector el tiempo es una confusión de libros, y por lo tanto la erección de un solo libro, finito. Purgue el poeta la descomposición de su silencio. Hurte sus culpas y las nuestras y escríbalás /eskríbalás/.

Las memorias angustiantes se neutralizan con sermones ajenos, voces ajenas en el teléfono. Por eso el Poder habla, habla, habla. Mora diside sin dar paso atrás y nos encara las palabras-fuerza de hoy en día: Might makes right; Macht über alles; Arbeit macht frei.

¡Kakistocracia, kakistocracia!

Nos hurtamos las culpas y las amasamos como un trillonario sus trillones: poesía se está chillona.

Cubiletea el capitán los dados de Dios, los dedos de los desaparecidos.

El patriotismo es la inscripción en la lápida del pobre.

Oración frente a un plato de col.

Después de la batalla, un soldado muerto con un tronco de col en la mano (Pérez Galdós).

Múltiple gemación de identidades. Aquella panadera del Señor mezclaba con jazmín la masa para perfumarnos las mañanas. Ángeles detrás de la lluvia. ¿Quién supera en delicadeza y ferocidad a Tulio Mora?

La alteración de la morfosintaxis implica la modificación del habla y de la lengua y por tanto de la identidad de los hablantes y de la nación —si la hubiera, lo cual no es el caso. La identidad del nuevo hombre peruano es un menú y una pelota. Nos hemos pervertido en el clímax de nuestra anomia, aculturación, heteronomía. Órale. La multiplicación de los diablos. Ándale, güey.

«En la mira de mi láser imperial», dice el capitán Espuma, lanza los dedos sobre el paño verde y cinco ases, cinco asesinos: ḥaššāšīn, Alamut.

Colochos, peruchos y boliches producen y exportan el noventainueve por ciento de la vaina que usted se mete por la nariz. ¡Zoncas!

Si Oncecielos no se equivoca, las conexiones de psyché, psychḗ, y del Estado profundo son idos no reunidos, occisos esparcidos en perfecto estado de salud. Nos acercamos, golpe a golpe, al final del delirio.

Los pequeños contemplan los cadáveres que bajan arrastrados por la maraña de la palizada.

Historia, ἱστορία.

Quizá ya no quepa interrogar a los harapos del futuro. La cosa se ha vuelto irreversible.

El Mundialito del Porvenir, el Mundialito de Rusia, no los recomiendo.

Una araña teje su hermenéutica.

Detrás de lo escrito pulsa otro texto y detrás de éste otro y otro y otro.

¡Ah, qué desadmirar, qué desnombre, qué ajenación, qué alienación, qué desmadre! ¡Cuánto turista!

«Y usted, en la resaca de anisado, sigue enumerando citas, deudas, las cochinadas de su vida» dice el Abonado Ausente.

No ser cuando se es más.

«¡A Él no lo toquen!» exclama la señora del Presidente.

Pactan los hermanos gemelos. Terror con terror se paga.

Juicios, súplicas, degüellos. ¿Qué fue, si no, el Gran Acuerdo de los Invisibles? De Presidente de la revolución mundial a tinterillo suplicante. De chief spy a recluso tercermundista. De dictador a esperpento cocainómano que pervirtió a sus hijos, «Puñete», y mandó torturar a su mujer. Así de fácil.

Oncecielos formula el idioma de todas las calamidades.

Ruma de ratas humanas.

El capitán Espuma arroja los dedos de Dios, se embebe en el videojuego. Usted puede ganarse la vida matando mientras se toma una Coca-Cola o textea o consume pornografía sin precedente entre bomba y bomba. Ya se venden celulares con genital. Los dedos gobiernan el control trayendo el arte del dolor.

La tensión entre el significante y el significado genera infinitas representaciones de Dios (Hegel).

Peor aún: Simulación de la máscara. Palimpsesto de palimpsesto.

Echaremos dados redondos, pues.

Nos duplica la vileza del epílogo, el principio circular hundido en el fantasma.

El tiempo asiste a Tulio Mora en este velero tripulado de cadáveres que llega a puerto completando la vuelta al mundo en cincuenta años de escritura; años tan bien vividos y escritos que desafían el tiempo.

Exaltación siente el palazo de este mundo cuando ve al capitán Espuma, al Presidente y su Otro y su legión de Insomnes Elegidos sentados sobre cajas de cerveza, bebiendo, echándole pichón. Traiciones peruanas (inédito), encore. Exaltación captura al capitán Espuma. Entre dos arbustos junto al río lo ata por los pulgares que más tarde resonarán en otros cubiletes, y calato-desnudito lo goza y luego de los orgasmos jadea con el puñal hundido en su pescuezo.

Existe otro mundo de colores y odio a camionadas en la bandeja de entrada de tu espíritu.

Luctuosa, dulcemente, se cierra el telón de esta tragedia.

Otros que vendrán después de Oncecielos y de Oncecielos, otros heridos en la misma madre (Guevara) reescribirán su biografía en el lomo de la nueva edad.

Un libro, sister, bro, da trabajo. Da amor. Causa otro libro. Inflama pasiones. Ejerce justicia donde no hay. No rinde el ideal. Profetiza y acierta. Trasciende a su autor. Rejuvenece. Hace soñar. Aterroriza. Da que hablar. Da rabia. Da envidia. Da ganas de haberlo escrito. Induce el sueño sobre el pecho lleno de suspiros. No olvide usted, suertudo lector, lo que dijo un taxista a Tulio Mora:

«Sólo bailando con el diablo se puede salir del infierno.»

¿Me concede esta pieza?



(Publicado 11 hours ago por Maynor Alberto Freyre Bustamante)
R/V

Escrito por

Rosina Valcárcel Carnero

Lima, 1947. Escritora. Estudió antropología en San Marcos. Libros diversos. Incluida en antologías, blogs, revista redacción popular, etc.


Publicado en

estrella cristal

la belleza será convulsiva o no será | a. breton